Carta abierta a Cristián Warnken sobre el mayo feminista
Carta abierta
Cristián Warnken,
Rafael Gumucio, Jocelyn-Holt, por mencionar tres, que parecían lumbreras y a algunos
de los cuales admiraba por su contribución a la crítica, muertos por la boca
como peces. Peor, por lo que mejor saben hacer, muertos por la palabra.
Solo comentaré a
las observaciones de Warnken porque todavía le tengo cariño, porque me parecen
las menos mal intencionadas y porque no he podido encontrar un solo hombre que
no defienda a los hombres como si la masculinidad estuviera en peligro de
extinción.
La revolución feminista
que no es la única que está ocurriendo de esta manera y, voy a ser majadero, es
la más esencial de la historia porque que remite a la esencia de una revolución:
romper todo para que todo cambie, tiene dos axiomas que deberían aprender todas
las revoluciones y bien hubiera sido que aprendieran las anteriores:
a)
En la
construcción de lo que llamamos “sistema” el enemigo es la cultura, no el poder,
residuo visible que viene a ser una consecuencia de lo anterior. Simple, claro,
directo ¿Puede estar equivocado? Tal vez, lo importante es que nunca se había
atacado al espejo desde la pared que lo sostiene.
b)
Dicho
esto, además se concibe que el motor de la cultura soy yo. Concretamente, el
enemigo es por primera vez en la historia la primera persona del singular. Sí,
primera vez en la historia sin importar las repeticiones artificiales que
queramos construir. El enemigo no es el hombre, es el “yo” como sujeto activo
en la construcción de lo que vivo, sin importar quién.
Señor Warnken, hombre
heterosexual del sector oriente igual que usted, me permito decirle:
La deconstrucción
no es una neurosis ni un sistema de “censura del todo” que va a acabar con la
poesía, la literatura, y que hará que vivamos de ver propagandas del Sernam en
el cine. Creer eso sí es neurótico. Las revoluciones cuando comienzan ruedan
cabezas y es un proceso natural de ellas, fantástico si una universidad
norteamericana se puso a estudiar segundos en que se puede mirar a alguien,
para que cuando ese estudio se empolve y quede en un museo (tal como las
guillotinas), entendamos hasta donde tuvimos que llegar para hacer entender
cosas esenciales.
La Violeta Parra
y la Gabriela Mistral, bien sabemos hubieran sido las primeras en mostrar las tetas
al frente de la marcha. La primera se suicidó, entre otros pesares, de tanto
gavilán patriarcal y la segunda tuvo que esconder toda su vida su amor por una
mujer con el Nobel en la mano.
Nuestras
Universidades no están siendo víctimas de una tiranía de la moral, ni una
dictadura de lo correcto, están siendo lo que siempre han tenido que ser, el
laboratorio mundial de la cultura y el lugar donde todo tiene que cambiar para
que, de una vez por todas, todo de verdad cambie.
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